LOS
DERECHOS INALIENABLES
No son una
concesión gratuita de la sociedad ni depende del reconocimiento de un gobierno.
Son anteriores y superiores al poder del estado. Aunque constituyan una fuente
del derecho positivo, este no agota su sentido y su riqueza porque son inspiradores y trascendentes. Se
trata de los Derechos Humanos que son inherentes a la condición de la persona
humana y por lo tanto son irrenunciables, intransferibles y universales. Son
inalienables, nadie ni siquiera el estado los puede eliminar y por lo tanto son
inviolables e irreversibles. Son además imprescriptibles y progresivos, una vez
reconocidos, su vigencia permanece y su alcance se desarrolla en el tiempo.
Ante un
mundo devastado por la miseria de la guerra, la Asamblea General
de las Naciones Unidas aprueba y proclama la Declaración Universal
de Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948. Es un documento de 30
Artículos y un Preámbulo que en su primer párrafo expresa: “Considerando que la
libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de
la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana”.
Dentro de
la clasificación de los Derechos Humanos, tenemos los considerados de primera
generación: Los derechos civiles y políticos, los de segunda generación se
refieren a los derechos económicos, sociales y culturales y los de la tercera
generación a los derechos de los pueblos o los derechos de la solidaridad. Ya
se habla también de los derechos de la cuarta generación, los derechos de
dimensión planetaria relacionados con la naturaleza que cobra fuerza a partir
de la proclamación de la Carta
de la Tierra o
Declaración de Río (1992).
El
conocimiento y la toma de conciencia así como la defensa y la promoción de los
Derechos Humanos son tan fundamentales para toda sociedad civilizada. Obrar en
contra o menoscabar su alcance pueden ser una grave y peligrosa regresión. En
su aplicación la mirada está puesta fundamentalmente en la gestión del estado
que tiene la obligación de garantizar su vigencia. Por eso es que si el estado,
obligado a protegerlos, es el que los viola, el resultado es un acto terrible
de consecuencias funestas. Pero la obligación de proteger y promocionar su vigencia también corresponde a toda la
sociedad y a cada uno en particular. La ciudadanía debe estar muy atenta porque
la violación de los derechos fundamentales de cualquier persona en cualquier
lugar, por su universalidad, viola también el derecho de cada uno. Pero
hablamos de derecho no de venganza. Esa es la gran tentación cuando se plantea
¿y el derecho de las víctimas? En la lógica de la venganza estamos tentados a
concluir que aquellos que violaron el derecho a la vida también deben morir.
Con esto se justificaría la justicia por mano propia, la ley del Talión. Por
eso es tan importante la vigencia del derecho y de la justicia. Es lamentable
toda violencia, es lamentable la muerte de toda persona, pero es fundamental optar
por la vigencia de un sistema de justicia. El delincuente por más reprobable
que sean sus actos no pierde su condición de persona, tiene derechos que tienen
que ser respetados, y si no se respeta caemos en la barbarie. Este es el
desafío fundamental que se nos plantea. Han muerto cinco personas que
trabajaban de guardias de una estancia, uno de ellos incluso era policía y todo
el aparato del estado se puso en marcha, fueron movilizadas fuerzas armadas, se
amplió el presupuesto y se forzó la Constitución para contar con una ley especial,
todo para atrapar a los asesinos y desbaratar su maligna organización. Muy bien,
el estado está cumpliendo con su obligación de proteger la vida, de combatir la
delincuencia, de asegurar la paz y la tranquilidad de la población. ¿Deben actuar de cualquier forma y obtener
resultados a cualquier precio? Definitivamente, la respuesta es no.
Deben
actuar conforme a la ley y a la justicia, de lo contrario los miembros de las
fuerzas armadas y policiales, también se
convertirán en delincuentes, serán parte del terrorismo de estado, que en la
reciente historia de los gobiernos autoritarios de la región, arrojó funestas
consecuencias. El otro tema es la igualdad ante la ley. La vida de todos es
valiosa y debe ser preservada. Dos días antes de la muerte de los cinco
guardias, le matan a un dirigente campesino, funcionario municipal de su
comunidad. La crónica dice que le emboscaron en la ruta y le dispararon desde
una camioneta plateada. Por supuesto no portaba arma y tampoco tuvo ninguna
oportunidad de defenderse. ¿Cuánto esfuerzo se está empeñando para esclarecer
este miserable asesinato? Preguntado el Ministro del Interior, no recordaba el
caso. En los servicios informativos se minimizó el hecho alegando que se
trataba de un ajuste de cuentas entre abigeos. Incluso los Obispos, que
condenaron con toda razón la muerte de los cinco guardias, no se acordaron
de este campesino muerto. La muerte de este dirigente campesino también es el
resultado del crimen organizado, igualmente perverso y miserable.
Al formular
estas reflexiones se corre el riesgo de ser endilgado simpatizante del grupo
terrorista, que en la práctica sería lamentable y negativa, porque mucha gente
tendría reparos para considerarlas y sin embargo la única garantía que tenemos
para combatir y superar con eficacia estos hechos delictivos, es proceder
dentro del marco de la ley y la justicia, con la vigencia irrestricta de los
derechos fundamentales a los que debemos adherir con toda la luz de nuestra
inteligencia y con toda la fuerza de nuestra voluntad.
Comentarios
Publicar un comentario