EL ESTATUTO
SOY YO.
No se puede
negar que la cultura autoritaria sigue tan presente en el país. Se intenta
disimular pero apenas se rasga la piel reaparece con todas sus características
y preponderancias. En la tradición popular existen figuras y expresiones que
traducen con relativa fidelidad estos rasgos autoritarios como por ejemplo el caso de que un caudillo que intentaba imponer su voluntad a un grupo
determinado que al ser cuestionado porque lo que proponía no se adecuaba a las
disposiciones estatutarias, golpeó la mesa diciendo: El estatuto soy yo. O este otro caso todavía más pintoresco, que se
dio cuando una persona que asistía a una
reunión de asociados de una entidad, de la que ni siquiera era miembro y que
cuando se le reclamó la impertinencia de su participación, y se le dijo que no
podía hablar porque no era asociado, respondió con vehemencia: Yo voy a hablar donde quiera porque yo
tengo personería jurídica.
Algo
parecido viene ocurriendo en ambas Cámaras del Congreso. Coincidentemente los
Presidentes de las mismas, se niegan a proporcionar la nómina de funcionarios
nombrados, contratados y comisionados. No les importaron hasta ahora todas las
explicaciones de entendidos en derecho constitucional, de que esa información
no podría ser negada porque se trata de funcionarios públicos, quienes reciben
salarios del presupuesto nacional, y los ciudadanos que pagan sus impuestos
tienen derecho a saber en qué se gasta sus aportes. En la Cámara de Senadores, se dio
la paradoja, de que en el mismo acto en que su Presidente, suscribía un
convenio sobre transparencia legislativa, declaró, al ser preguntado sobre el
pedido de la prensa sobre la nómina de funcionarios que se le había solicitado,
que dará la lista cuando él lo quiera.
Ni el
Ministerio de Hacienda ni la
Secretaría de la Función
Pública tienen la nómina actualizada porque hasta ahora no les
fue remitida.
Conforme a la Constitución
Nacional el Congreso tiene más poderes que el Poder Ejecutivo
y el Poder Judicial. Por la vía del juicio político puede destituir al
Presidente de la República
y a los miembros de la Corte Suprema
de Justicia, pero no existen vías para destituir a ningún parlamentario, al no
preverse la revocatoria de poder en la Carta
Magna. El Congreso aprueba su propio presupuesto y lo
administra sin control de la
Contraloría General de la República.
En los últimos años ese presupuesto fue incrementado en 200%.
Pide informes a todas las instituciones públicas casi al límite de la extorsión
en algunos casos, como llegó a reclamar el Presidente de OPACI, Organización
Paraguaya de Cooperación InterMunicipal.
Un Senador
habló de intento de desprestigio de la prensa, pero sin embargo es el mismo
Congreso es el que motiva la reacción de la ciudadanía con esta actitud
prepotente de negar información pública. En el anterior período legislativo
fueron organizadas importantes manifestaciones en contra del Parlamento, por
entender que los legisladores no respondían a los intereses ciudadanos,
llegando incluso a calificar a los mismos como “Senarratas” y “Dipuchorros”.
Las
organizaciones ciudadanas siguen atentamente el comportamiento de los
legisladores. Dentro del sistema democrático participativo es muy importante el
control del pueblo organizado. Los legisladores son o deben ser representantes
de la ciudadanía y por lo tanto deben prestar las mejores atenciones a las
inquietudes y necesidades de la población. En ese sentido el diálogo y la
audiencia pública deben potenciarse como el mejor camino en el relacionamiento
entre los legisladores y la ciudadanía. Consideramos que debe ser desterrada
cualquier actitud de prepotencia de parte de quienes fueron electos para dotar
al país de las normas necesarias en la gestión y administración del bien común
de la nación.
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