La
educación y el cuidado de los hijos siempre es un tema actual. Es un tema que
desubica y desconcierta a los padres, porque realmente al final uno no sabe qué
hacer. A los hijos e hijas, no se los podrá mantener encerrados bajo protección
estricta porque siempre hay lugares y espacios fuera de control. Algunos padres
intentan actuar con la experiencia de su adolescencia, cuando todavía se podía
acompañar a los hijos a las fiestas y tertulias, práctica totalmente
inaceptable en estos tiempos. Los mismos hijos no lo aceptarán porque aquello
les convertiría en el hazmerreír de sus compañeros y amigos. “Nosotros les
llevamos a las fiestas y a cierta hora regresamos a buscarles, porque el mayor
peligro está en las calles”, dicen otros. Es una manera de proporcionar cierta
protección y acompañamiento. Pero ¿qué
pasa en los pubs donde se fomentan los tragos libres, hay circulación de crack
y mariguana y conspiran hasta los taberneros, contra todos y para todos? Allí
adentro se procura que estén entre amigos y conocidos y que de alguna manera se
defiendan entre ellos.
Al final el
rol de los padres no es nada fácil en nuestro tiempo. Se recomienda procurar
ser amigo de los hijos y crear un ambiente de confianza para dialogar sobre las
dificultades y preocupaciones que vayan surgiendo.
Muchas
veces para los padres resulta dramático ver a sus hijos que se encaminan en
dirección a un muro donde van a tropezar y romperse la cara, sin poder
impedirlo ni desviarlo. Es doloroso saber que cuando entonces, lo único que pueden
hacer es procurar llegar pronto junto a ellos para curarles sus heridas.
Es
importante que los padres no se cansen de sembrar valores con sus prédicas y
testimonios, que muchas veces, en los primeros momentos parecerán no tener
relevancias, pero retornan siempre a la mente de los hijos en el momento en
que se inicia el proceso de la madurez personal.
Pero quizás
lo más significativo para los padres es concentrarse en la idea del refugio. Cierta
vez una señora muy preocupada nos pidió que acudiéramos a su casa para
compartir con nosotros (mi señora y yo) un problema de familia. Le habían
sorprendido al hijo consumiendo droga y el papá quería expulsarle de la casa y
la mamá se oponía tenazmente. Nuestra respuesta fue categóricamente no. Nunca
hay que expulsar a un hijo o una hija de la casa, le dijimos. El o ella tienen
que saber, estén donde estén, y tengan las dificultades que tengan, que pueden
volver a su casa porque allí tendrán comida, descanso, cariño y ayuda. Que allí
tienen un refugio. Muchas personas se pierden en la vida porque carecen de
refugio. No tienen adónde ir en sus momentos de desesperación.
Al final, en los tiempos tan difíciles en que
vivimos, cuando ya no podemos seguir a nuestros hijos e hijas para estar cerca
y curarles sus heridas, debemos estar preparados para construir ese refugio
para ellos. Deben saber, aunque no retornen, que siempre podrán contar con ese
refugio. Un lugar y un espacio para pernoctar antes de reemprender el largo y
difícil camino de la vida.
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