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SISTEMA PERVERSO.

¿Quién le pone el cascabel al gato? Lastimosamente hay que aceptar que está vigente en este país un sistema perverso basado en una estructura de corrupción. Ejemplifiquemos para intentar entender esta afirmación. Varios casos ilustrativos. Tenemos el caso del lago Ypacaraí. Un lento proceso de muerte se ha venido dando sin que nadie reaccione. Alguien había convertido en hacienda los humedales del lago. Los arroyos afluentes acarrearon por años sus efluentes contaminantes en contra de toda norma ambiental, pero nadie dijo nada. Si por ahí aparecía una denuncia, no había fiscal para hacerse cargo. Y si algún fiscal de medio ambiente formulaba una acusación, el juez de turno lo cajoneaba. Y si tan grave se volvía el caso ya estaban los tribunales y la misma Corte para impedir que avance la causa. Como consecuencia el lago agoniza. 
Los productores de soja no cumplen las normas de la defensa de las poblaciones. Siembran hasta en los patios de las escuelas. Usan insecticidas prohibidos en otros países. No hay control de los insecticidas que se importan. Siembran en todas partes, no hay zonificación. Desplazan a poblaciones enteras que se concentran en los cinturones de pobreza de las principales ciudades. Qué importa cuánto costará al estado atender mínimamente a estas familias indigentes?
La ley es ganar a cualquier costo sin importar las consecuencias. Desvían ríos (Tebicuary y Apa), atacan los humedades del Ñeembucú, amenazan los humedales del Lago Ypoa, destruyen las últimas reservas de bosques en la región oriental, talan árboles en propiedades indígenas en el Chaco simplemente con una orden cautelar. Nadie puede detener estos actos ilícitos y no hay culpables de ellos.
Hay más, mucho más. Se roban en las licitaciones amañadas y los municipios despilfarran los aportes de royalties haciendo perder al país montos siderales de recursos. ¿Quién los controla? Se proteje a los malvivientes bajo los criterios políticos partidarios. La contraloría es feudo de un partido, las fiscalías están maniatadas, la justicia se amaña o se compra.
Y todavía no hablamos del contrabando y del narcotráfico. Estamos destruyendo a niños y jóvenes con las drogas y solo se persigue a los microtraficantes mientras los macrotraficantes permanecen intocables.
La corrupción permea los órganos del gobierno y corroe a las instituciones. El que intenta atacarla será dominado y si hace falta, desplazado o destruído.
El combate a la estructura de la corrupción no es una tarea solitaria. Es una tarea para toda la sociedad pero para que esta sociedad tenga alguna posibilidad de éxito, tiene que quemar proceso. Será necesaria una revolución ética conducida por los mejores hombres y mujeres que tiene el país, con nuevos valores y nuevos compromisos sembrados desde las iglesias y el sistema educativo.
¿Las organizaciones políticas y sociales podrán liberarse de sus propias estructuras de corrupción? Este es el verdadero desafío que nos interpela. Deberíamos concentrarnos en este desafío porque lo demás puede convertirse en pura palabrería.

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