ANR CELEBRA LA VICTORIA ¿CUÁL VICTORIA?
¿Qué
importancia real tiene para el país que ganen los colorados o que ganen los
liberales? Lo más seguro es que tengamos más de lo mismo. La ejecutoria de estos dos grupos políticos es tan calcada,
tan parecida que nos permite vaticinar sin necesidad de ser ningún mago que más
temprano que tarde terminarán fundiéndose juntos.
Lo que en
verdad cambian son los turnos; el “che ha”, me toca a mí. Robarán más, robarán
menos, es un balance muy difícil de establecer. No se enojen queridos
correligionarios, no se ofendan. Esto que se afirma no es una exageración ni
una falsedad. Porque de que lo hay lo hay. En consecuencia lo que en verdad se
celebra es el nuevo turno del grupo ganador. Banderas coloradas vencen a las banderas
azules. Hay hurras y celebraciones en las calles. Pero, ¿Quiénes realmente se
van a beneficiar? El grupo directivo,
los caudillos y los avivados de siempre. El resto que conforma la franja de los
que verdaderamente necesitan y viven en sus chocitas de cartón y bajo carpas a
la vera de los caminos, seguirán necesitando igual. El sabor a victoria se les
acabará con el poco mendrugo que pudieran adquirir por el importe de sus votos.
Entre los pobres extremos las banderas son iguales. La necesidad no tiene
color.
Es fácil prever la reacción de los queridos
correligionarios (no solamente gente del mismo partido sino de la misma
religión): Dirán que quiénes afirmen esto necesariamente tendrán que ser de la
izquierda miserable, de los bolivarianos, o comunistas. De aquellos que también
tuvieron su oportunidad de robar y de mentir al pueblo. Que no pudieron hacer
nada y no podrán hacer nada, refiriéndose a los partidarios de Fernando Lugo,
que por ser lo más parecido a un gobierno de tendencia izquierdista que hemos
tenido, se lo ha derrocado.
En realidad nuestro problema no es ideológico
ni de banderías. Es de actitud, es de
cultura, es de valores. Todos tenemos el diagnóstico, la cuestión es como
cambiar esta situación. Por eso más que una victoria que celebrar, lo que la ANR asume es una gran
responsabilidad frente a la gente. Tiene mayoría parlamentaria y casi todas las
gobernaciones y municipios. ¿Qué o
quiénes le puede impedir lograr los objetivos de combatir la pobreza con éxito?
Y la conclusión es terrible: lo más
probable es que sean sus propios
directivos incapaces de comprender las exigencias de los nuevos desafíos.
Pero no
debemos cerrarnos a la esperanza. La victoria que queremos celebrar cuánto
antes es la de posibilitar una vida más digna y más justa para nuestra
ciudadanía. Dios quiera que esa victoria no tarde demasiado.
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