TODOS SOMOS
CHAPECOENSES
Un impacto ineludible
y generalizado. Casi nadie ha podido
mantenerse indiferente. Ya no se trata
de futbol o del ´”futebol” como dirían los hermanos brasileños. Se trata de una
gran tragedia humana que motivó toda clase de reflexiones. Especialmente golpeó
el contraste tan cercano y tan próximo que se ha dado entre la alegría y el
entusiasmo compartidos y vividos durante el vuelo con el momento de la tragedia.
Una ciudad pequeña dentro del inmenso Brasil acariciaba la gloria de un gran
triunfo dentro de una carrera meteórica ascendente. Ya no se trataba de un
club, ya era un emprendimiento de toda una comunidad. 50.000 personas, un 25 % de la población total se hicieron socios
solidarios y activos de la entidad en estos días. No tiene parangón en la
historia el homenaje que rindió el pueblo colombiano a los chapecoenses. Más de
100 mil personas en el mismo estadio establecido como sede del primer encuentro
por la final de la Copa Sudamericana, expresaron la solidaridad con los
familiares de los fallecidos. Hay que destacar además el pedido de las
autoridades deportivas del finalista colombiano para que se conceda el título a
los hermanos del Brasil. Momentos de
silencio en todos los eventos deportivos del planeta y el color verde como
signo de la entidad del Chapecó iluminando las noches de tantos edificios
simbólicos de varios países del mundo.
Los restos de los grandes campeones fallecidos fueron repatriados y
recibidos bajo una intensa lluvia que no amilanó para nada a los familiares y a
más de 100 mil personas que participaron del velatorio y homenaje final de
atletas, dirigentes, miembros del cuerpo técnico y de un gran número de
periodistas que acompañaron a la delegación en el viaje fatal. Más allá de la tragedia tampoco faltaron
los comentarios y las especulaciones.
Los técnicos y auditores recaban los informes para determinar las causas
y responsabilidades del accidente. En los medios de prensa se anticipa, en base
a los dramáticos momentos de la comunicación intercambiada del piloto del avión
siniestrado y la torre de control de vuelo,
que la causa real del accidente fue la falta de combustible. El avión no
contaba con una reserva para casos de emergencia y como en este caso, en que el descenso fue demorado por algunos
minutos por hallarse otro vuelo que reclamaba prioridad, sobrevino el accidente.
Es decir no se trataría de un error humano involuntario o de una falla técnica
imprevisible sino de una irresponsabilidad del piloto. No sería además la primera vez que, por
ahorrar combustible, se haya operado con
lo justo, sorteándose la situación en los casos anteriores de una manera
crítica. Era la ruleta rusa con la que arriesgaba la vida de sus pasajeros por
ahorrar cierta suma de dinero. Ojala que
este anticipo de la prensa no sea confirmado por los estudios técnicos finales,
porque es una afirmación sumamente grave, que sin embargo pese a la gravedad,
no sería del todo sorprendente en este mundo actual de los negocios donde la
posible ganancia se coloca por encima de la vida misma. Que duras enseñanza nos
deja esta tragedia. Tenemos derecho a vivir los grandes momentos aunque estos
sean los últimos, siempre que esas alegrías sean en lo posible sanas y limpias
y no saturadas de soberbia. Hay que dejar bien sentado que nadie tiene derecho
a arriesgar la vida de los demás por míseras ganancias circunstanciales. Ojala se aprenda de este doloroso
acontecimiento a valorar y a priorizar la vida y a defenderla como un derecho
fundamental de todos los seres humanos. Concluimos diciendo que con honor y con
respeto nos sumarnos a este gran homenaje porque en el fondo compartimos y nos
identificamos con el dolor de esta tragedia, por lo que nos sentimos llamados a
proclamar con toda sinceridad y con sentimientos de hermandad, que todos somos chapecoenses.
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