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LA HIPOCRESÍA QUE MATA

LA HIPOCRESÍA QUE MATA.


Cuando no se ataca la verdadera causa es muy difícil que el mal desaparezca. Hay nuevo Ministro del Interior y la ciudadanía cree que podrá ejercer una acción dentro de un plan estratégico que ayude a mejor la grave condición de inseguridad que siente la ciudadanía ante la serie de asaltos y muertes que imperan en las calles de las ciudades del gran Asunción.  Ante la ausencia de la acción policial la ciudadanía se organiza para la autodefensa.  Los vecinos instalan sistema de alarma para reaccionar y alertar de un peligro, otros deciden adquirir armamentos propios para la autodefensa. Los riesgos de violencia siguen en aumento tanto para los moto asaltantes como también para los propios vecinos quienes proceden a la persecución y detención de los maleantes. Ejercen la acción policíaca que legalmente está permitida ante la flagrancia del delito. Pero incluso van más allá porque no solamente detienen y reducen a los malvivientes, sino que ya llegan a la tortura, que ya está fuera de la ley. Claro que dentro del clima de la indignación esta acción ya desmedida, también se avala y se aplaude, porque ya se han instalado el odio y la rabia en la gente. El nuevo Ministro del Interior habló de endurecer las penas e impedir que los jueces apliquen las medidas alternativa a la prisión especialmente si los encausados ya cuentan con antecedentes. Pero las cárceles del país ya no tienen cabidas y entonces se habla de construir más cárceles. Algunos más exaltados dicen que hay eliminar los derechos humanos porque si los matamos terminaremos en la cárcel, sin tener idea de lo que dicen. El aumento de la promoción de la violencia generará más violencia y la inseguridad seguirá constituyendo una de las mayores preocupaciones de la sociedad. El enfoque de la prensa es insistir en el efecto de la violencia y no se orienta a contextualizar el fenómeno indagando en las posibles causas de este fenómeno social preocupante.  Si bien es cierto que existen 300 mil jóvenes que ni trabajan ni estudian y es comprensible que padezcan de graves necesidades, sin embargo las cuestiones socio-económicas si bien pueden estar entre las causas de la violencia, al parecer las mismas no se constituyen en la causa principal de manera directa. Es probable que la causa principal sea la drogadicción.  Casi todos los asaltantes actúan bajo el efecto de las drogas. Y este es el negocio miserable. Se detiene a los microtraficantes, pero no a los proveedores. “Estos se movilizan con autazos y bien trajeados, eficientes y puntuales en su entrega. No son adictos y estarían operando desde oficinas de primer nivel. Los policías les conocen pero no los arrestan” afirmación de Oscar Acosta en Telefuturo.  Por su parte Enrique Vargas Peña, en Radio Venus afirmó “que la propia policía puede ser parte del problema por la cantidad de corruptos que existen en sus filas. La solución puede estar en una buena dotación del Departamento de Asuntos Internos de la Policía. Que se investigue a los que adquieren vehículos caros y otros bienes que sobrepasan lejos los salarios que perciben” Afirmaciones de dos destacados periodistas de nuestro medio.  Esta es la gran hipocresía. Muchos de los dirigentes políticos actuales conocen esta realidad pero se callan. No se necesitan más cárceles sino más centros de recuperación de los drogadictos. Son los enfermos que la sociedad ha creado. Son también víctimas. No se acabará la violencia apresándoles o matándoles. Otros surgirán en sus reemplazos. La drogadicción y la hipocresía están matando a nuestra gente y nadie hace ni dice nada para combatir  la causa que las generan. La ambición miserable de ganar dinero a cualquier costo nos condena a vivir con la zozobra permanente de la inseguridad.  

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