EL PAÍS DE LOS VOTOS PERDIDOS.
Esta expresión corresponde al periodista y escritor Andrés
Colmán Gutiérrez quién en su comentario sobre las últimas elecciones nacionales
dijo haber confirmado que su voto por una de las opciones parlamentarias, no
apareció en el acta de resultado ¿Fue un hecho casual? ¿Un error material
previsible? No. No fue casual y mucho menos un caso único. Miles de electores
denunciaron lo mismo. La tecnología, en este caso, se constituyó en prueba
fehaciente de esta irregularidad. Todas las actas de todas las mesas fueron
elevadas a la página Web de la Justicia Electoral. Cualquier elector de
cualquier punto del país puede comprobar si los datos que figuran en el acta
electoral de su mesa registran todos los votos depositados en la misma. ¿Qué
habrá pasado con los votos extraviados? ¿Simplemente se les hizo desaparecer o
fueron utilizados para incrementar los votos de otras candidaturas? En estos
días se completó el juzgamiento en primera instancia de las actas electorales y
pasará el juicio a cargo de los tres altos miembros de la Justicia Electoral
que analizarán las impugnaciones y reclamaciones y darán sus veredictos sobre
el resultado final de las elecciones nacionales del 22 de abril de 1918. En la
etapa de juzgamiento de las actas electorales ya no se espera variaciones
importantes con relación a los números adelantados por el TREP (Transmisión de
Resultados Electorales Preliminares). Aún así más 1000 actas fueron impugnadas
por errores de sumas, por borrones, por presentar caligrafías sospechosamente
similares. Estos hechos ya poco incidirán en los resultados finales. Técnicos
de la Justicia Electoral defienden el valor del TREP al que considera una fortaleza
del sistema electoral paraguayo, pero reconocen que la debilidad está en las
mesas electorales. Una vez redactadas y firmadas las actas se constituyen en
documentos fehacientes de resultados. Ya no se puede demostrar la falsedad de
las mismas, porque no se conservan los boletines de votos. Con las actas electorales desapareció
cualquier cantidad de votos, especialmente de los partidos minoritarios. Y
llamativamente ningún movimiento de izquierda pudo acceder a los cargos
electivos. ¿Implica esto que se aplicó un
sistema selectivo de eliminación de votos?
Es posible. Alguna de las candidaturas, como la que proponía como
Senador a un ganadero obtuvo muy buen resultado. El Frente Guazú pudo conservar
e incluso aumentar con un miembro más su nómina de senadores, porque consiguió
defender parte de los votos de su electorado. Lo mismo ocurrió con el Partido
Democrático Popular y el Encuentro Nacional. Hubo fraude en las mesas
electorales. ¿Qué porcentaje representan los votos perdidos? A esta altura ya es imposible estimarlo. El
Tribunal Superior de Justicia Electoral no puede lavarse las manos respecto a
lo que ocurrió en las mesas electorales. No puede simplemente afirmar que a ese
nivel no interviene la Justicia Electoral.
En estas condiciones es imposible evitar la seria sospecha de que estas
elecciones arrojaron resultados fraudulentos. Pero lo que más lastima es el
deseo de justificar estas deficiencias de parte de los partidarios del
oficialismo. “Se plaguean porque perdieron” dicen. “Siempre hubo fraude”
afirman otros. El fraude le resta legitimidad a todos los elegidos. Si hay
fraude nadie gana porque perdemos todos. Es importante que se tome conciencia
de esta grave debilidad del sistema electoral y se encare de inmediato los
cambios necesarios. Si no se promueve
los cambios necesarios, se dará lugar a la sospecha de la falta de interés y
honestidad de nuestra clase política, de que la misma prefiere chapotear en el
fango del juego sucio sin importar el daño que se pueda causar a la convivencia
democrática del país. La desaparición de los votos ciudadanos es una dolorosa
burla que nunca debería repetirse. Duele profundamente que Paraguay sea
calificado, como el “País de los votos perdidos”
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