EN LA VÍSPERA DE UN
NUEVO AÑO.
Estamos casi
obligados a tener esperanza cuando los días y las horas que nos separan de un
nuevo año, aceleran sus ritmos contagiándonos a todos o a casi todos de la emoción
de pensar y esperar nuevas oportunidades y nuevas expectativas. Es importante
conservar la esperanza como una fuerza motivadora a pesar de las situaciones
concretas de muchos compatriotas de adentro y de afuera que requieren de
cambios significativos que puedan abrir el portal de nuevos amaneceres en sus
vidas. Pero también es bueno intentar realizar un balance personal y
comunitario para evaluar las cosas positivas y no tan positivas que nos aportó
el año que fenece. En lo personal para muchos hermanos nuestros el 2017 fue un
año duro y peleado. Aumentó la desocupación y no se pudo reducir la pobreza
total y extrema. En el tema de la salud la deficiencia en la atención en los
centros hospitalarios y la escasez de medicamentos se tornaron extremadamente
críticas. También fueron notables las
falencias en materia de educación. Tampoco se puede desconocer que la
inseguridad sigue siendo una materia de aplazo de la gestión gubernamental. Las
obras públicas, muchas de ellas cuestionadas por sobre costos y mala calidad,
no fueron suficientes para generar puestos de trabajo que ayuden a disminuir
los niveles de desocupación. Por el momento, el resultado concreto a la vista es
el considerable aumento de la deuda pública que alcanzó el 24% del PIB. La
desforestación ha sido implacable y ésta, junto a la contaminación de los cursos
hídricos, representan un atentado
inadmisible al medio ambiente. Mientras tanto las comunidades indígenas y
campesinas en este año volvieron a sufrir desalojos y persecuciones sin ningún amparo de
la justicia. Tampoco contaron con el apoyo y la ayuda de los organismos
gubernamentales que tienen como fines la defensa y la promoción de las mismas. Entre las cosas positivas se puede
mencionar el plan de construcción de viviendas económicas, la ley de
transparencia pública, la extradición concedida de un capo mafioso, la pérdida
de la investidura de un Senador de la Nación y la suspensión por 60 días sin
goce de sueldo de otro de ellos. La pérdida de la investidura de un legislador
es inédita desde la vigencia de la Constitución Nacional de 1992, actualmente
vigente. Estas sanciones se dieron en medio del gran escándalo producido
por la difusión de audios de llamadas telefónicas que puso en evidencia la
asquerosa manipulación del sistema de justicia de este país. Varios de los
implicados ya están imputados pero ¿Hasta dónde llegará la justicia?
¿Significará éste un punto de partida en el saneamiento moral de la
nación? Es muy difícil creer en esa
posibilidad. La corrupción está tan
generalizada y en las condiciones actuales avanzar en los cambios significará
una amenaza para toda la clase política dominante. Hasta ahora no existe una
fuerza política ética y coherente con capacidad de sanear la justicia en
nuestro país. En cuanto a las elecciones
internas partidarias del 17 de diciembre pasado, una vez más, el Partido
Colorado se desdobló entre oficialismo y supuesta oposición. Ganó el candidato
del movimiento que actuó de opositor, pero al mirar los candidatos al Senado
todo indica que hay muy pocas posibilidades de cambio. Tampoco en el Partido Liberal Radical
Auténtico se produjo cambios importantes en el listado de candidatos
parlamentarios. ¿Podemos tener alguna esperanza de cambio político en las
elecciones generales del mes de abril próximo? Habrá muy poco margen para
la esperanza mientras la ciudadanía no sea capaz de incidir en la conformación
del Poder Legislativo desde donde se le da un fuerte sustento a la corrupción
política imperante. Todo apunta a un mero “gatopardimos” es decir cambiar muy
pocas cosas para no cambiar nada. Se necesita una gran revolución ética que
involucre a ciudadanos honestos de todos los partidos políticos y a todos los
paraguayos y a todas las paraguayas de
adentro y de afuera. No se puede seguir tolerando el sistema judicial más
corrupto del continente. En las condiciones en que estamos,
comprometemos la soberanía de la nación por usurpación de los mafiosos y
arriesgamos la vigencia de nuestros derechos fundamentales. Pronto comprobaremos
que los discursos políticos fueron puras mentiras. Que el ruido de la celebración no nos aturda
tanto hasta impedirnos comprender que realmente necesitamos sostener la gran
bandera de la esperanza por el nuevo año. Nadie puede sentirse liberado de este
compromiso. El país que soñamos es una meta, un itinerario que necesita del
avance decisivo de los primeros pasos.
Que el abrazo del nuevo año sea de alegría, esperanza y dignidad. Feliz
2018 para todos.
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