CAACUPE 2017
Con mensajes de esperanza culminó en el día de ayer la
festividad de la Virgen de Caacupé con la celebración de la misa central con
más de 50.000 fieles presentes. El Mons. Ricardo Valenzuela, presidió por
primera vez en su condición de obispo de esta Diócesis, la misa central. En su
homilía, además de dirigirse a los jóvenes al cumplirse el primer año de un
trienio que la Iglesia en el Paraguay les dedica a la juventud, criticó al
gobierno y a toda la clase política nacional. “Nos lastima y preocupa la
acentuada gravedad de la crisis de la
moral pública y privada, de la vida política y de la administración judicial,
la situación de injusticia social y económica de la población” comenzó
expresando el mencionado prelado, al referirse a la realidad del país, conforme
lo señala el Diario Última Hora, en su edición del 9 de diciembre de 2017.
Habló además de un malestar generalizado de la población ante la conducta de
dirigentes y autoridades que parecen desconocer esta realidad. También se refirió
a la función pública superpoblada que tenemos con muchos funcionarios
deshonestos y corruptos, malversadores de los recursos públicos que deben ser
empleados en beneficio de todos. También habló de la grave situación de la
salud y la educación y de una justicia que nunca es pronta ni barata y que
preferentemente responde directamente al poder político. Pidió a los políticos
que no prometan cosas que no van a cumplir y que no pretendan el triunfo a base
de mentiras y engaños, o lo que es peor, valiéndose de la compra de votos, aprovechándose de la ignorancia y angustiosa
situación de los ciudadanos. Instó a la ciudadanía a pregonar con fuerza,
claridad y coherencia los criterios de la justicia social, reclamando nuevos
líderes honestos y patriotas y que se tenga la capacidad de denunciar a los que
deshonran a las instituciones democráticas, para que sean investigados y
sancionados. Advierte que el silencio nos convierte en encubridores de las
autoridades deshonestas que constituyen toda una ofensa para la dignidad de la
República. El obispo Valenzuela concluye pidiendo a los actuales candidatos y a
toda la clase política que no nos “trunquen este sueño de 7 millones de
paraguayos, que no nos roben la última gota de esperanza” Debemos convenir que
durante el novenario otros obispos y predicadores acentuaron la grave situación
del país. Mons. Adalberto Martínez, Obispo Castrense, denunció que el crimen
organizado se enseñorea en nuestro país que se traduce en secuestro de
personas, tráfico de drogas y de armas con sus mensajes de sufrimiento y
muerte. Mons. Lucio Alfert, Vicario Apostólico del Chaco, denunció el grave
atropello al medio ambiente con una criminal deforestación del Chaco
Paraguayo. Mons. Mario Melanio Medina,
Obispo Emérito de San Juan Bautista de las Misiones, por su parte se refirió a
la grave situación del país, donde reinan la corrupción y la impunidad. Señaló
que la clase política está más degradada que nunca, que las candidaturas de los
grandes partidos políticos vigentes, dejan mucho que desear, a tal punto que
solamente se puede recomendar que se vote al “menos peor” En Caacupé 2017,
también estuvo presente la autocrítica de la misma Iglesia Católica. El
Administrador Apostólico de la Diócesis de Villarrica, el presbítero Waldemar
Sánchez, durante su homilía del quinto día del novenario, manifestó que la
Iglesia en este país, tiene estructuras caducas que necesitan ser cambiadas. Es
una Iglesia que se mira a sí misma, que se preocupa más por su confort que a
salir al encuentro de las ovejas perdidas. Destacó igualmente que en este país
la miseria afecta a muchos paraguayos, por la ausencia del Estado y la
corrupción generalizada. Podemos decir que Caacupé 2017 nos devolvió la visión
de la realidad que vive el país. Algunos políticos dijeron que el Mons. Ricardo
Valenzuela fue exagerado. Sin embargo, este mismo 7 de diciembre, en la víspera
de la celebración solemne en Caacupé, fue atropellada una comunidad indígena
por personeros de terratenientes, con policías y guardias civiles, que procedieron
a derribar y a quemar sus chozas y pertenencias. De qué puede servir las grandes obras si los
más pobres de este país siguen sufriendo hambre y se violenta permanentemente
sus derechos fundamentales.
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