ADHESIÓN AL 8M
El 8 de marzo se
celebrará el Día Internacional de la mujer. En numerosos países de todos los
continentes habrá paros y manifestaciones para resaltar la dignidad de las
mujeres y denunciar las discriminaciones, las injusticias, la violencia
doméstica y hasta el feminicidio tan corriente en los últimos tiempos. En
nuestro país también se elevarán voces de reclamo por el retaceo inexplicable
de una legislación contra todo tipo de discriminación. En Paraguay el machismo
permea la cultura, las leyes laborales, las normas jurídicas y hasta la misma
estructura del estado. Por todo ello se justifica este reclamo, este
grito universal de reivindicación de la dignidad, del respeto y de la
valoración del protagonismo de las mujeres, en la familia, en la educación, en
la economía, en la ciencia y la política.
Pero no se trata de una simple exaltación teórica cuyos efectos
desaparecen al día siguiente. Necesitamos que las mujeres asuman de manera
consciente y constante un rol protagónico de participación cada vez más efectiva
en la vida ciudadana dejando en claro con los hechos y las actitudes que ya no
están dispuestas a aceptar los cánones
estereotipados que se sigue utilizando para dañar la autoconfianza y
provocar la subvaloración discriminativa. Nuestra
nación debe mucho a las mujeres pero sigue sin valorarlas y respetarlas. Quiero
anticipar esta adhesión al Día tan especial, rindiendo homenaje a las mujeres
campesinas, que luchan cada día contra todo tipo de injusticia y marginación.
Rescato en este intento, a las heroínas de la Colonia Guahory, que a pesar de
ser avasalladas por fuerzas policiales al servicio de los colonos brasileños
invasores, siguen dando ejemplo de valentía y heroicidad.
MADRES DE GUAHORY (1)
Una horda policíaca
procedía al desalojo
de las viviendas de
madera y estaqueo
de las tierras que
arrasaban.
Cuando le tocó el
turno a una de las últimas moradas
una madre se dispuso a resistir,
valientemente, al desalojo.
Su compañero y sus
hijos
ya estaban afuera
preocupados y compungidos
junto a los pocos
enseres que tenían.
Pero ella se armó de
coraje
y decidió no
abandonar la pequeña vivienda
que con tanto
esfuerzo construyeran.
En lucha desigual y
miserable
sus captores tuvieron
que arrastrarla para forzarla a desprenderse
del madero al que
tenazmente se aferraba.
Ella siguió
corcoveando en el aire
sin dejarse amilanar
por los esbirros contratados.
Y mientras se oía el
llanto quejumbroso de sus hijos
ella seguía gritando
su decisión y rebeldía:
“Na che mosemoai
coagui, nda hejamoai ko che roga” (2)
El tractor ya estaba
listo
para consumar su
tétrica faena de derrumbe y de saqueo.
En la mañana
siguiente
los niños que
vivieron la tragedia quisieron ver
qué había pasado con
la vivienda que habitaban.
Un cordón de policías
con escudos y bayonetas
impedía ver el
escenario. Ya no había nada y con sus miradas
de tristeza y
extravío dejaban entrever sus extrañezas
de la sinrazón de
aquél acto tan vandálico.
Los cobardes
mercenarios
convirtieron en
escombros las chozas y tapueras
pero no pudieron
doblegar a aquellas madres campesinas
que todavía siguen
allí parapetadas en su estirpe y su coraje
desafiando las
metrallas y el acoso
en reclamo del
derecho a la tierra conculcado,
convencidas más que
nunca de que, con la ofrenda del dolor y sus arrojos,
algún día devolverán
la dignidad perdida a nuestro pueblo.
1. Guahory es un asentamiento campesino del
Departamento de Caaguazú que fue arrasado por la policía en beneficio de
colonos brasileños.
2. Traducción: “No me van a sacar de aquí, no
voy a dejar mi casa”
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