EL REINO DE LA CORRUPCIÓN.
La visita al Paraguay del Papa Francisco es un hecho tan
importante y esperanzador que mueve a todo un país. La alegría y la esperanza
que inspira van más allá de todas nuestras limitaciones, más allá de lo que
creemos o dejamos de creer, más allá de todo pesimismo. Y sin embargo no
podemos abstraernos de nuestra realidad cotidiana y en ese sentido tenemos
motivos para preocuparnos. Su próxima presencia nos debe llevar también a tocar
tierra, mirar nuestro país por dentro.
Aceptar y golpearnos el pecho por tanta corrupción reinante. El Papa Francisco
es por suerte latinoamericano, es de un país vecino y hermano, ha conocido a
muchos de nuestros compatriotas en las villas de su gran Buenos Aires y ha
comenzado a probar nuestro tereré tradicional. Por eso ya no será mucho lo que
tengamos que contarle como hechos desconocidos. El conoce la situación de
nuestros hermanos campesinos que son expulsados de los campos, que en nuestros
hospitales no hay suficientes medicamentos, que hay gente que sufre hambre. Ya
conoce de los bañados porque ya le hablaron de los mismos, incluso ya sabe que
está en su agenda visitar a una de sus comunidades. Ya sabe de la fe mariana de
Caacupe y que en Ñuguazu donde estuvo ya su predecesor Juan Pablo II, la
multitud será inmensa. Ya conoce también que nuestras cárceles están
abarrotadas y que nuestra justicia es lenta y discriminatoria. Estamos seguros
que ya tiene información de la debilidad de nuestro sistema democrático, de que
aquí se decide las elecciones comprando los cargos o comprando los votos. Que
la narco política está presente como un
poder paralelo que compite con el estado. Es posible que toda esta realidad ya
conozca en gran parte porque el Papa Francisco es un hombre culto y muy informado.
Naturalmente conoce a nuestros obispos y sacerdotes, a muchos incluso de manera
personal y desde hace bastante tiempo. Como viene a evangelizar intentará dar
fuerza y ánimo a toda la acción pastoral. Su prédica de salir a la periferia,
sentir y sufrir con la gente sus necesidades, promover la solidaridad y la
justicia, y denunciar con fuerza a la corrupción, es probable que sean partes
de sus exhortaciones. Es casi seguro que preguntará por los jóvenes de manera
especial porque tiene una fe tremenda en el potencial de la juventud. Desde ya
sus colaboradores más cercanos ya le tendrán informado de la preparación y de
la organización de la gente. De los coros y canciones, que sonarán en su
bienvenida y del entusiasmo y el fervor que le acompañarán en todo momento de
su presencia. Se espera sorprenderle con la originalidad y la belleza del altar
preparado por el artista Koki Ruiz. Podemos estar seguros de que todo será muy
bello e impresionante. Serán tres días inolvidables. Es también probable que el
Papa Francisco nos interpele porque no viene como turista, viene como pastor.
Por lo tanto querrá dejarnos un legado para cada uno y para todo nuestro
pueblo. Es probable que nos diga que la corrupción es un camino equivocado y
que la unidad debe ser obra de la justicia. No podemos pretender dimensionar
con la mente el impacto de su visita pero podemos acordar que la gracia será
inmensa y que el Dios Creador, Uno y Trinitario, al que el Papa Francisco
invoca con su presencia, obrará por
nosotros y con nosotros el gran milagro de nuestra redención.
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