LA GUERRA Y EL ODIO.
Este 12 de junio se
cumplirá 80 años de la paz del Chaco.
Una guerra muy triste y dolorosa. Significó la muerte de miles de
soldados de ambos bandos y un gran sacrificio para los pueblos comprometidos en
esta contienda. Los dos pueblos no se conocían y no se odiaban. A ambos
pueblos se les enseñó a odiar, porque se necesita del odio para desear la
muerte del contendor. A los paraguayos se les enseñó a odiar y a despreciar a
los bolivianos porque eran invasores de las tierras chaqueñas que – se les dijo
– pertenecían al Paraguay. A los bolivianos se les dijo igual, que el Chaco era
de Bolivia y que con la victoria pronto estarían en Asunción. Tanto bolivianos
como paraguayos preguntaban del porqué de la guerra y dónde quedaba el Chaco.
Las respuestas no existían o eran confusas.
La orden era alistarse y pelear contra el enemigo. Nunca se les dijo a los soldados que veían morir a sus camaradas en
cada batalla que la verdadera causa de la guerra era la ambición desmedida de empresarios
internacionales que ambicionaban tener el control del petróleo que atesoraba el
subsuelo chaqueño. Empresas y empresarios para quienes la vida de decenas de
miles de persona y el tremendo sacrificio de dos naciones importaban casi nada.
Eso ha sido siempre así. Detrás de cada guerra siempre ha estado la ambición y el interés económico y/o
político. ¿Cómo debería ser esta recordación con los jóvenes estudiantes o con
los escolares? “Es necesario que se abra un diálogo franco y sencillo– lo aconsejó
el Profesor Melquiades Alonso en el programa de Radio Fe y Alegría que conduce
el extraordinario sacerdote jesuita Francisco de Paula Oliva- no reducirse a
resaltar el heroísmo y el sacrificio de los combatientes, que no está mal,
especialmente en lo que respecta a la gratitud y el reconocimiento por el
inmenso sacrificio vivido, sino hablar también de la parte humana, del dolor y
de las vidas que han sido ofrendadas, del odio con que se nos envenenó el alma
y por sobre todo de la sin razón que hace que, 80 años después sigamos dando la
espalda al hermano pueblo de Bolivia” Hermosa reflexión. Es importante en este
tiempo, más que en ningún otro momento, disipar todo rastro de odio, y generar
gestos de acercamiento entre nuestros pueblos. En este sentido es digno de ser
destacado el acto cumplido en fecha reciente por el Intendente y representantes
de la ciudad de Concepción, capital del primer Departamento de Paraguay, que
procedió a la devolución de la campana de la Iglesia de Machareti de Bolivia,
que había sido llevada como trofeo de guerra. La delegación de Concepción
realizó un viaje de 900 kilómetros portando la mencionada campana y fue
recibida en la misma línea fronteriza por autoridades y personalidades de la
ciudad de Machareti presididas por el propio Ministro de Defensa de Bolivia.
Desde ese momento fue todo fiesta. La delegación concepcionera, descubrió una
placa de homenaje en el mismo tronco del mismo algarrobo bajo el cual se
abrazaron los comandantes de ambos ejércitos, los generales Peñaranda y
Estigarribia aquella mañana del 12 de junio de 1935. De esta manera dos
ciudades en nombre de dos pueblos hermanos, se confundieron en un abrazo de
amistad y solidaridad, comprometiéndose de que en adelante la única guerra que en
el futuro sea librada, será contra el atraso, el subdesarrollo, las injusticias
y la opresión.
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