LA MAGIA QUE CONLLEVA HIPOCRESÍA
De manera casi brutal se le ha arrebatado a millares de
niños de todas partes, el sueño y la magia del Día de los Reyes Magos. Ya casi
no se escribe cartas y muy pocos permanecen en desvelo subyugados por la
esperanza de que al amanecer unos seres bondadosos llegarán a sus ventanas
portando el regalo que habían solicitado. La fiesta de los Reyes Magos, ha
concluido. Una vez más el aspecto comercial se ha impuesto. La noche antes, las
grandes avenidas de los centros comerciales fueron pobladas de millares de
padres deseosos de adquirir un presente para sus niños. Y en gran medida, por
un día la alegría consiguió instalarse en los hogares. Claro, no en todos los
hogares, ni en todas las comunidades. ¿Valió la pena dejarse involucrar por la
presión comercial? Es importante en este punto
reflexionar un poco más ¿De qué manera este gesto hacia los niños será
beneficioso para sus vidas? ¿Qué valores serán puestos de relieve en la
relación de los niños entre sí, y de éstos con sus padres? Será la envidia o el
espíritu de competencia lo predominante al plantearse la comparación de quién
o quiénes consiguieron los objetos de
más valor económico. ¿Se les inculcará la importancia de compartir el juego con
los demás familiares o amigos de la escuela o del barrio?
¿Se les hará pensar que muchos otros niños no podrán recibir sus regalos
de reyes? ¿Se acordarán los padres de que más que el juguete lo que importa es
compartir esos juegos con sus hijos e hijas? Los juegos por más sofisticados
que sean nunca suplirán la ausencia de los padres. La ausencia y el abandono
constituyen una grave falta que se multiplicará, si además de ello, se les
arrebata a los niños el fuego de la magia, la inocencia y la imaginación. Pero, mientras tanto, los medios de comunicación seguirán con sus
letanías, aturdiendo e impidiendo que nadie se acuerde de otros niños que no
solo carecen de regalos para ese día sino de alimentos básicos, de abrigos y de
techos. Que deambulan y duermen en las calles. Que no concilian el sueño porque
tienen hambre. Que son víctimas de explotadores que se benefician hasta de sus
exiguas propinas. Que les sacan hasta lo que no tienen y los someten a
vejámenes y humillaciones. Eso pasa casi con todos los niños indígenas y con
los niños arrojados a las calles por la
pobreza extrema. A la sociedad ni al Estado no les importa esas vidas. No forman
parte de las prioridades sociales o políticas. Hay niños que desde la escuela están
siendo esclavizados por la maldición de las drogas y se carece de centros de
recuperación para los mismos. Las cárceles están llenas de drogadictos y
pequeños vendedores. Los grandes proveedores o son políticos o tienen
protección política y operan impunemente. A pesar de esta realidad que
contrasta dolorosamente, no se puede dejar de reconocer como valiosas las
iniciativas de los padres y de numerosas entidades que se empeñaron en
proporcionar un día de alegría a los niños. Ojalá que no sea la alegría de un
solo día. Pero no se puede intentar tapar al sol con los dedos de la mano y desconocer
que, mientras tengamos muchos otros niños
abandonados y marginados, la magia de los festejos de los Reyes Mago,
seguirá teniendo un doloroso componente de hipocresía.
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