QUE DESAPAREZCAN LOS POBRES
Es un título terrible. ¿Es una orden o una sugerencia? Sigue
siendo igualmente terrible. El que lo indique o sugiera tendrá que ser imputado
y enjuiciado por promover la violencia, por terrorismo o por lo que sea. Es
posible que nadie lo acepte en su exposición abierta de manera tan categórica, pero
eso es lo que predica nuestra sociedad con total hipocresía. ¿A quién importa
que niños indígenas estén muriendo de hambre o por falta de medicamento? Eso ya
se sabe pero no hay que exagerar, te dirán algunos. Otros te dirán, bueno eso
no es problema nuestro, es del gobierno o del Estado. Lo importante es que no
escandalicen, que desaparezcan de nuestras calles, que vayan al campo, que
mueran en silencio. Esa misma reacción
se manifiesta con respecto a los “limpia vidrios” y trabajadores marginales. El
debate se reabrió en estos días con el caso de un juez electoral que descendió
de su vehículo para protagonizar un conato de violencia totalmente desigual con
una señora a la que habría golpeado o que se habría golpeado, en una céntrica
esquina de la ciudad capital. El hecho se difundió ampliamente y los debates no
se hicieron esperar. “No se puede tolerar que en cada esquina seamos agredidos
por los trabajadores informales que quieren prestarnos un servicio que no necesitamos
y no aceptamos” Dicen unos. “No hay derecho, yo pago mis impuestos nacionales y
municipales y nadie puede impedir que circule libremente por las calles” Dicen
otros. Por de pronto hay una ordenanza municipal que prohíbe la presencia de
estos trabajadores informales en las calles, de imposible cumplimiento, porque
no es delito permanecer en las calles. Es delito la agresión, pero deberá ser
denunciada para que la policía y la Fiscalía actúen. Muy pocos consideran que
detrás de este problema hay una cuestión social de muy difícil solución. ¿Es la pobreza extrema, es la falta de
trabajo, es la drogadicción? ¿A quién compete la solución? ¿Al estado o a la
comuna, o a ambos? Las políticas públicas carecen de recursos suficientes y
además hay corrupciones de por medio. Es grave que en su gran mayoría los
delincuentes sean jóvenes drogadictos, según lo reconoce la misma policía. Se
les detiene a los micro-traficantes distribuidores, pero nunca a los grandes
proveedores. ¿Quiénes son? ¿Quiénes les protegen? Los jóvenes drogadictos son
enfermos que necesitan ser ayudados. Pero el estado no invierte en la creación
de Centros de Rehabilitación y la cárcel y las prisiones no representan
solución alguna. La inseguridad y la informalidad seguirán presentes en nuestra
sociedad. En estas condiciones muchos de estos jóvenes están condenados a la
muerte tempranera. Entendemos el reclamo ciudadano contra la inseguridad. Es un
justo derecho ciudadano. ¿Pero será que basta con pagar los impuestos? ¿No
tendríamos también alguna responsabilidad por el estado fallido que tenemos?
Como lo afirma el Padre José Caravias, distinguido sacerdote salesiano, “la
pobreza la creamos nosotros, tu y yo al votar por los corruptos” La vigencia de
la injusticia social, la marginalidad y la discriminación pueden resultar una bomba
de tiempo que en algún momento puede explotar contra nosotros. Está bueno que se abra el debate sobre esta
situación y se analice las causas reales de la pobreza
extrema y así reconocer que esa situación implica una carga social que nos compete
a todos. Es una fantasía y una irresponsabilidad simplista, pretender esconder esta dura realidad con el
simple expediente de la desaparición de los pobres de nuestras calles y
avenidas.
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