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REFLEXIONES SOBRE CAACUPE

REFLEXIONES SOBRE CAACUPE.


Preparamos el mate y nos ubicamos frente a la pantalla televisiva.  Era el séptimo día del novenario. El paisaje multicolor de la multitud se acrecentaba, cada momento, cada día. Para el 7 y 8 de diciembre millones de peregrinantes habrán acudido hasta el Santuario de Caacupé. En esta ocasión la celebración de la misa estuvo a cargo de Mons. Juan Bautista Gavilán, obispo de Coronel Oviedo. Los textos bíblicos fueron impactantes como siempre. “Hay que construir la casa sobre la roca, porque si se construye sobre arenas movedizas vendrán las lluvias y las tormentas y la destruirán” rezaba el texto para la reflexión del Evangelio del día y en otro momento también se oía decir al celebrante: “Se derrumba la casa del opresor y entran los justos, y mantienen la paz porque creen en su Dios” Mons. Gavilán resalta el significado de la presencia de la gente en la celebración; es gratitud –dice-  es devoción, es un pedido de acogida. Es la invocación a la madre, a esa madre que vivió el calvario de su propio hijo hasta su crucifixión. En ese sentido, recuerda que también la Santa Iglesia es madre, y comprende y acompaña el dolor y la esperanza de todos sus hijos e hijas. Recordó a los campesinos paraguayos, a los que se dedican a la agricultura familiar, que no tienen apoyo, y más bien tienen que soportar toda clase de  limitaciones y contratiempos y sufren angustias y atropellos de los poderosos. Carecen de apoyo de las autoridades correspondientes, por eso salen a reclamar, manifestándose. En ese sentido, el obispo señala la necesidad de tener un nuevo concepto de la economía al servicio de la gente, que el dinero no sea instrumento de dominación y de injusticia, sino de trabajo y dignificación. En un momento dado, de reojo,  observamos uno de los títulos del periódico del día que teníamos sobre la mesa que decía: “El Paraguay es el segundo país más corrupto de América Latina” Era todo un contraste frente a la manifestación multitudinaria de fe y devoción que estábamos observando. ¿No hemos construido- acaso - la casa sobre la roca? ¿Será que la devoción de la gente no va más allá del sentimentalismo? ¿Cómo se explica que un pueblo tan devoto sea al mismo tiempo tan corrupto? ¿No se nos ha enseñado que la fe es una forma de vida, de vida coherente con la honestidad y la corrección, de solidaridad y de compromiso con la gestión del bien común?  ¿Nunca se nos dijo que debemos ser también buenos ciudadanos? En ese momento nos viene a la mente, lo que afirmara el sacerdote jesuita, Francisco de Paula Oliva: “Los cristianos de hoy tenemos que hacer un examen de lo que hicimos mal y de lo que dejamos de hacer, solamente así seremos realmente cristianos” La interpelación nos abatió un poco, pero nos recuperamos con la hermosa canción que se oía decir: “Llévame donde los hombres, necesiten tus palabras, necesiten, ganas de vivir. Llévame donde falte la esperanza y donde todo sea triste, por no saber de ti” No cabe duda de que Caacupé, con ese pueblo que acude a ella cada 8 de diciembre, es un fenómeno que nos desafía seriamente a pensar en su significado y trascendencia.  

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