PENSAR EN POST CAACUPE.
La festividad de la Virgen de Caacupe concluye este día 8 de
diciembre que como en años anteriores, o más que en años anteriores, ha
movilizado a millones de peregrinos llegados de todos los puntos del país,
incluso del exterior. La celebración en
sí misma ha sido impresionante, por la extraordinaria multitud, por la
presencia mayoritaria de jóvenes, por las expresiones de alegrías, de dolor y
de esperanza de todo un pueblo ¿Pero qué pasa después? ¿Cómo se camina en el
trajinar cotidiano de las familias y de los ciudadanos en los días que devienen
a tan significativa manifestación popular de la fe cristiana? Mons. Edmundo
Valenzuela, nuevo Arzobispo de Asunción, ilumina bastante con su reflexión esta
inquietante pregunta en una entrevista con el periodista Hugo Ruiz Olazar,
publicada en el diario ABC Color, del día 7 de diciembre del 2014. “La
religiosidad popular, la devoción a la Virgen, no es el final – afirma – Tiene
que ser el punto de partida. La llegada
es siempre el Salvador Jesucristo. A nosotros no nos cuesta nada
absolutamente cultivar la religiosidad popular, lo difícil es el anuncio de
Jesucristo. Es difícil porque implica una catequesis. La catequesis forma parte
de la instrucción, momento de reflexión, de lectura. Hay que unir con la
liturgia, ir a rezar, compartir la vida de la comunidad con la eucaristía. Por
último, y aquí está el problema, - dijo – la catequesis es para vivir la caridad, el amor. Como dice
Jesús: Amarás a Dios y amarás al prójimo. Nuestro problema es – siguió
diciendo- que la pastoral no ha llegado a aquellos jóvenes, o a los laicos, y
sus familias. No logramos unirnos para combatir el robo, la violencia, el
abuso, la gran inequidad que estamos viviendo. Nuestra evangelización está muy
débil” En otra parte señala: “Toda religiosidad popular es muy buena, pero no
puede quedarse simplemente en expresiones lindas que también los pastores
disfrutamos, porque la gente va y reza, canta, llora, se confiesa, se convierte
al catolicismo. Pero está el post Caacupe” Para este tiempo que sobreviene a
toda la celebración, Mons. Edmundo Valenzuela, nos recuerda lo que Jesús nos
dijo: “Mira cómo te he amado” Entonces hay que procurar escucharlo. Procurar
imitarlo. Si no tenemos al Dios verdadero, están los dioses falsos, los ídolos del dinero, el poder, el
placer. Eso es materialismo. Fruto de ese materialismo es el egoísmo, personas
que se encierran, que no quieren relacionarse, que levantan altas murallas para
esconderse. En este país – siguió diciendo – sabemos que se esconden para
ocultar sus corrupciones o esa plaga del narcotráfico, que estamos descubriendo
ahora inficionada en la política. El materialismo hunde familias enteras,
arruina la vida de los hijos, marcados por la perversidad de sus padres
corruptos, ciegos de dinero y de poder. ¿Por qué no aceptan una vida diferente?
¿Por qué siguen en la falsedad, en la delincuencia, en la injusticia? Interpela
el Señor Arzobispo. La nota es mucho más extensa, pero rescatamos a manera de
conclusión, lo que describe como la misión de Jesucristo. “Él no vino solamente
para hablarnos de futuro. Él curó a los enfermos, se acercó a los alejados, a
los marginados, fue a comer con los pecadores, perdonó a las prostitutas y
acarició a los chicos teniéndoles como ejemplos de inocencia y de belleza para
entrar en el Reino de Dios. Ese Reino que Dios prepara para los que lo aman, a
los que aman a su prójimo. Todo lo que hicieron por mis hermanos más pequeños,
lo hicieron por mí. Esa es la esencia de la vida cristiana” Dijo. Terminó la celebración y los devotos de María
retornan a su quehacer diario con el renovado compromiso de vivir, de luchar y
de testimoniar su fe en la verdad, en la justicia, en la honestidad. A dedicar
todo su esfuerzo por ser fiel a la proclama del Papa Francisco quién afirma
que: “El mejor ciudadano debe ser un cristiano” o dicho de otra manera, todo
cristiano debe ser el mejor ciudadano. Eso
es lo que se espera de tan importante celebración mariana.
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