UN
RECORDADO JUEGO INFANTIL.
De mita-í
(chiquilines) no sabíamos el significado de aquella palabra y muchos menos cómo
se pronunciaba. Había sido que se escribía cowboy y significaba muchacho
vaquero, o vaquero simplemente. Nosotros lo acortamos y lo adoptamos. Nuestro
juego se denominaba el juego de “bandido y coboy”. Eran los tiempos del gran
auge de las películas del farwest, o simplemente del lejano oeste. Era obligatorio ver
y comentar las películas o leer las revistas de historietas que se publicaban y
que se referían a nuestros héroes. El "coboy" era siempre el más valiente, el más
veloz con las armas en los duelos y siempre estaban a favor de la justicia o en
defensa de los que necesitaban. Algunos de los personajes que imitábamos eran
famosos como Roy Rogers, el Llanero Solitario y su caballo Plata, o Red Ryder.
Más tarde incluso llegamos a idealizar el nombre de algunos actores como Alan
Ladd, Antony Quinn, o Kirt Douglas. El problema que teníamos es que todos
queríamos ser coboy y nadie quería estar en el grupo de los bandidos.
Finalmente a disgusto un grupo aceptaba ser los bandidos para que se pueda
jugar y cada grupo salía a esconderse con sus revólveres de madera. El que se
adelantaba y sorprendía al otro le disparaba y le exigía que se diera por muerto. Ganaba el juego el grupo que conservaba algún
sobreviviente después de la batalla.
Me acordé
de este juego de mi infancia en estos días con motivo de las declaraciones del
señor Gobernador de Concepción. Dijo sentirse sorprendido con la respuesta que le
dieron algunos escolares de los asentamientos cuando se les preguntaba si qué
querrían ser cuando sean grandes y le respondían que querrían ser del EPP (Ejército del Pueblo Paraguayo). Lo
grave no es la sorpresa del Señor Gobernador sino la deducción que hizo y la denuncia que formuló: “En dos
escuelas de Fe y Alegría de estos asentamientos se está adoctrinando a los
niños sobre el EPP”. Y decimos nosotros, esas escuelas Fe y Alegría, pertenecen a la Fundación de los Padres
Jesuitas, que están prestando una importantísima labor en el campo de la
educación a través de clases presenciales o a distancia por radio, desde hace
mucho tiempo. Preguntamos si se ha planteado esta denuncia responsablemente al
Ministerio de Educación, a la
Congregación de los Padres Jesuitas de nuestro país o en todo
caso a la Fiscalía
para que se investigue antes de lanzarla al aire. Pensamos que hay una lectura explicativa que se puede realizar. Los niños son inteligentes y pueden llegar a conclusiones
a través de sus propias observaciones. Por lo visto para ellos las autoridades y
policías no son los "coboys" de la zona, son los otros, los que atacan y
desparecen. A partir de aquí, esta lectura se puede extender a todo el país. No
tenemos " coboys", ya ni siquiera en las películas. No tenemos modelos que ofrecer
a los niños para inspirarse en sus conductas. Las informaciones llegan a todas
partes. ¿Qué estarán pensando de sus parlamentarios?
Aparentemente lo último que más o menos podía ser considerado lo más parecido a un "coboy" fue Eduardo
Petta, actual Senador Nacional, cuando dirigía la Policía Caminera.
Se le destituyó por multar a un parlamentario beodo. En conclusión. Tenemos un
serio desafío enfrente que no se debe minimizar ni agrandar más de lo debido.
No se puede incurrir en generalizaciones injustas que simplemente descalifiquen
a la gente, o improvisar y arremeter con palos de ciegos. Esta encrucijada vamos a superar pero no
solamente con las armas sino también y fundamentalmente con las acciones que se
pueda emprender para favorecer el desarrollo económico, social, político y
cultural de esa importante zona del país.
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