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VIA LIBRE A LA MONSTRUOSIDAD

VIA LIBRE A LA MONSTRUOSIDAD


“No somos monstruos. Solo somos los que permiten que los monstruos existan” afirma Monserrat Álvarez en su interesante artículo publicado en la página 4 del ABC Cultural del 31 de enero de 2016, bajo el título de: “Apología del resentimiento” Es en relación al caso de la niña de 14 años asesinada a golpes hace unos días por su propio tutor y patrón. La habían adoptado como criadita cuando tenía tres años. “Consumado ya el crimen- afirma nuestra autora - diversos vecinos  han declarado que era un secreto a voces que solían golpearla y que escuchaban con frecuencia gritos tras los altos muros de la residencia familiar. Pero nadie hizo una denuncia. Tal vez si alguien hubiera hecho Carolina Marín no habría muerto de un politraumatismo” Señala además que para castigar a una niña inerme sin protección ni amparo hasta matarla a golpes seguramente hay que ser un monstruo. Pero para permitir que sucedan cosas como esta no se necesita llegar tan lejos. Basta con renunciar al asombro, a la imaginación y al pensamiento. Para matar hay que ser un asesino. Pero para permitir que se cometan asesinatos no es preciso serlo. Basta con que durmamos satisfechos y sintiendo nuestra conciencia limpia porque no hay signos de alarma que la despierten y porque nadie nos dice que algo está mal en lo que nos rodea. En este caso, golpear hasta la muerte a una niña indefensa, es directamente culpa de uno, de un asesino, pero convertir el crimen en algo “normal”, en un rincón polvoriento y rancio de la existencia diaria, en un recodo trivial e irrelevante de la rutina de lo cotidiano, es culpa de todos” Es contundente esta denuncia. Ya no hay asombros ni indignación frente a los actos de agresión y atropello a elementales derechos de la vida humana. Los crímenes y las injusticias que permean a toda nuestra sociedad ya no inmutan a nadie, ya son “situaciones normales” y ya no hieren a nuestra indiferencia. De tanto en tanto, bajo la perspectiva del enfoque sensacionalista de las noticias, reaccionamos frente a un caso aislado como este, pero esto es “como un átomo tan solo del gran volumen de aire venenoso que respiramos a diario y que, con esfuerzo o sin él, también a diario ignoramos”  Ya se sabía que el criadazgo seguía vigente en nuestro país pero se ha hecho tan poco para desterrarlo. A nadie le  inmuta que haya niños y ancianos durmiendo en las aceras ni que haya personas que mueran de hambre o por falta de medicamentos. Vivimos como anestesiados, encerrados cada uno en sí mismo como si el aislamiento y la indiferencia nos ofrecieran alguna protección en una sociedad cada vez más violenta, donde cada día aumenta el desprecio a la vida. Este deterioro ha venido creciendo y ya nadie sabe cómo parar ni de qué manera contrarrestar.  La hipocresía y la superficialidad predominan como falsos valores en nuestro medio y no sabemos cuándo ni porque nos han regresado a climas y ambientes que parecían superados.  Se apela a la ley pero la ley por sí sola nunca será suficiente.  A nadie ya importa la moralidad de los actos y en nombre de una modernidad que no entendemos, intentamos construir una espiritualidad sin Dios. Ni siquiera ya tenemos lugar para el resentimiento y como dice nuestra autora, “el que en este mundo infernal no esté resentido, es un miserable” Los monstruos de cada día definitivamente son nuestros y lo grave es que no nos damos por enterado. 

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