EL PECADO
DE FRANCISCO.
El Papa
Francisco acaba de participar en un retiro espiritual con los miembros de la Curia Vaticana retornando con
los demás participantes en el mismo ómnibus con total naturalidad y sencillez.
Son varios los actos y hechos referidos al Santo Padre que dejan constancia de
su deseo de romper con el protocolo, incluso arriesgando su seguridad personal.
En cuanto a sus prédicas desafía a los jóvenes a armar líos dentro de la Iglesia , exhorta a los
obispos a salir a la periferia a rescatar ese rebaño de los excluídos y
marginados y a abandonar la seguridad de las prerrogativas y privilegios. Como
Pastor convoca a abrir la
Iglesia hacia la gente, y a tener palabras de respeto y
esperanza para grupos de cristianos casi formalmente apartados como los
separados y vueltos a casar o los homosexuales y lesbianas. Quiere una Iglesia
que ama y acompaña, que sufre con el dolor y la angustia de los seres humanos,
que salva y redime con el testimonio del amor, fiel a su Maestro y Salvador. Una Iglesia que no aprueba el pecado y
denuncia las estructuras injustas que denigran y humillan a los seres humanos
pero que se abre a la esperanza y al perdón. Una Iglesia que no se encierra en
sí misma atrincherándose en sus dogmas y principios desde donde se dedica a la
condena de las posibles transgresiones en que incurre un mundo cambiante que
desafía las nuevas fronteras de la ciencia y la tecnología. No es la iglesia de
los salvados sino la iglesia que salva. No es la iglesia dedicada únicamente a
la protección de sus súbditos bautizados sino que acompaña al hombre y a todos
los hombres, como lo iluminara magistralmente Vaticano II, porque Jesús, su
Fundador ha muerto por la redención de todo el género humano. El Papa
Francisco, ya tiene sus detractores dentro de la misma estructura eclesial, no
podía no tenerlos. Algunos más abiertos y otros más silenciosos. Está moviendo
el avispero en la Sacra
Curia Vaticana. Está moviendo el piso de todo el episcopado. Para
Francisco es muy importante la transparencia y la prédica del testimonio en
todos los niveles de la
Iglesia.
Pero quizás
la tarea más impactante es su empeño por descubrir y presentarnos el rostro
humano de la Iglesia. Por
eso ruega a la gente que rece por el. Por eso visita a los pobres y a los
enfermos y acaricia a los niños en la plaza. Y fue más, escandalizó a muchos
cuando confesó públicamente el pecado que había cometido, sustrayendo el
rosario y el crucifijo de un sacerdote amigo muerto. Fue su manera de
recordarnos que todos somos pecadores y que la parte humana de la Iglesia sangra. Cristo
sudó sangre antes de su muerte. Gracias Papa Francisco por recordarnos esta
dimensión humana de la Iglesia. Que
el dolor y la muerte tienen sentido de redención. Pero que también tienen
sentido de dignidad y de justicia, de alegría y esperanza. Demos gracias al
Señor por su bondad y misericordia, por no abandonarnos, y porque nos acompaña
siempre escribiendo la historia de los tiempos.
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