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UNA CONDENA FRAGUADA

UNA CONDENA FRAGUADA

Este 22 de junio, se cumplirá 4 años del amañado juicio político que terminó con el mandato del entonces Presidente de la República Don Fernando Lugo.  Más allá de simpatía o antipatía, de estar a favor o en contra del mandatario destituido, aquel juicio marcó a fuego al país. Fue uno de los actos políticos más trascendentes que retrasaría seriamente el proceso de la transición democrática que hasta ahora sigue postergada. Primero le arrebataron la victoria a la candidatura presidencial al Dr. Luis María Argaña en las internas de la Asociación Nacional Republicana.  Nadie dijo nada. Se dijo que solo era un problema interno.  Sin embargo fue algo que afectó profundamente la vida política nacional porque es casi seguro que de ese hecho sobrevino después el asesinato del mismo, cuando en un ejercicio posterior, ocupaba la Vice- Presidencia. En cuanto a la destitución de Fernando Lugo recordemos que el juicio político no estaba reglamentado, el Senado aprobó un Reglamento Interno a propósito.  Con acusaciones muy vagas y sin asegurar el derecho a la defensa procedieron a destituir al Presidente de la República. La farsa del juicio de la masacre de Marinakué en Curuguaty, que se utilizó como el principal pretexto,  aumenta la sospecha de que todo estuvo fraguado de antemano.  Se truncó de esa manera la posibilidad de un nuevo gobierno de la concertación. ¿Hasta qué punto se retrasó el proceso de transición? ¿Hasta qué punto el juicio político contribuyó al avance de la narco política?  No sabemos exactamente quiénes fueron los ideólogos del golpe, pero sí sabemos quiénes fueron los beneficiarios y quiénes fueron los que traicionando se traicionaron a sí mismo. He aquí un intento de descripción del oprobioso juicio.
 ¡POR LA CONDENA!
¡Por la condena¡ Trepidaban las voces en aquel lúgubre recinto.
 Era un circo y no faltaban las fieras ni los Nerones escondidos.
No podían perdonar la osadía de ser interpelados
 y enfurecidos y hambrientos reclamaban el destierro de quien había puesto en duda
 el omnímodo poder de vida y muerte que ostentaban.

Por la condena. Repetían insensatos los escribas del silencio.
 Era el signo de la muerte de los sueños rebelados,
 de aquellos que reclamaban un pedazo de la tierra que era suya
sucumbiendo en las trincheras  también  envenenadas
 por la artera codicia incontrolable de los amos del dinero.

Por la condena, apostaron insensatos, al retorno y al regreso.
Sus voces están grabadas en la historia y en el tiempo,
y serán recordados como torpes marionetas que acudieron al llamado del gran
titiritero que impone sus dominios más allá de las fronteras.

Por la condena, repetían algunas voces apagadas
porque en el fondo sentían la vergüenza del oprobio miserable que incubaron como cobardes segundones.
Intuían que el grito despertará de su letargo impenitente y que el surco se abrirá de nuevo con la semilla que no muere.

Por la condena, gritaron finalmente los más osados y atrevidos
y lo hicieron con más fuerza intentando acallar sus dudas de conciencia,
 porque sabían que más tarde o más temprano,
la traición sería cobrada por el desprecio de la gente.

Por la condena gritaron insistente creyendo que todo se acababa con la destitución de un Presidente.
Torpes y mentecatos, no cayeron en la cuenta de que traicionaron un proceso y la esperanza
 de todo un pueblo que por fin, sobre media centuria de miserias,

 había vuelto a confiar en un destino diferente.

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