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EL VALOR DEL SILENCIO

EL VALOR DEL SILENCIO


Hay muchas cosas buenas que discurren en silencio pero que pasan inadvertidas. Hay más cosas buenas de lo que uno cree que necesitan ser descubiertas, valoradas y apreciadas. Vivimos en un mundo ruidoso donde todos apresuramos los pasos y a veces hasta sin tener claro ni siquiera hacia donde nos dirigimos. Vivimos apresurados y estresados pendientes de la vorágine del tiempo y del ruido que a menudo nos causan mucho daño y nos impiden observar y apreciar la belleza de las cosas buenas que tiene la vida.  ¡Cuánto valor irradia una madre que cuida de sus hijos y les inunda de cariño! O un padre que lucha por el sustento de los suyos, o el joven o la joven que consume sus esfuerzos preparándose para el mañana. Hay tantas obras buenas en la vida que pasan inadvertidas porque nos aturden de ruido. Es que el ruido y el aturdimiento se venden y es buen negocio. Los crímenes y asaltos ocupan las primeras planas de la prensa mientras que los actos buenos se deslizan en silencio. Hay que reivindicar la bondad de los actos que en el silencio y en el anonimato se verifican todos los días. Porque vivimos en un mundo donde todos emprenden una carrera contra sí mismos y donde nadie quiere llegar tarde a ninguna parte. Es tan fácil sentirse agobiado por la sucesión de hechos negativos que nos bombardean incesantes. Cada día hay más actos anónimos de incalculable valor que nos cuesta descubrir. En realidad sobre estos actos descansa todo el peso de la vida humana y el progreso social. A veces es más fácil realizar un acto de proeza en forma aislada que sostener la coherencia de la vida que exige la cotidianeidad de los actos pequeños que sustentan nuestra condición humana. Hay mucha bondad y belleza en el mundo. Por sobre todo hay mucho amor. Hay que desconfiar siempre de la impostura del ruido y  tener la capacidad de valorar y descubrir el misterioso mundo del silencio. ¿Tenemos acaso ese pequeño tiempo de silencio en nuestra vida cotidiana? Ese pequeño espacio desde donde podemos vernos desde afuera y sentir que el silencio viene a nuestro auxilio  formando parte de la vida. Un silencio activo donde solo habitan los recuerdos; los mejores, los más gratos. Un tiempo que nos ayude a vernos abreviando los caminos con atajos a veces innecesarios o imprevisibles.  Que nos ayude a descubrir los lugares más remotos de los sueños y de los secretos deseos que dan sentido a los esfuerzos. No abatirnos nunca ante la posibilidad de toda finitud. Sentir la frescura reconfortante de la pausa aunque después volvamos a sumergirnos en la sucesión insensata de los días. Tenemos que acudir siempre al rescate del silencio porque en ese tiempo  podremos ser nosotros mismos desprovistos de todos los  ropajes que nos imponen los otros. Nos permite proteger la intimidad y el derecho que tenemos de ser nosotros mismos, el derecho de ser diferente.  Nunca sabremos todo lo que significa para nosotros el refugio del silencio que nos aisla de todo aturdimiento. Sentir el silencio, vivir el silencio. La vida nos agradecerá valorar y dar significado al silencio.

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