CUIDADO CON LA
IDIOTEZ
A menudo los
politiqueros corruptos tratan a nuestros conciudadanos como idiota. Nos
consideran incapaces de entender sus trapisondas y consideran que, aunque algunos las pueden entender, no
tendrán la capacidad de reaccionar y de movilizarse para denunciar y
eventualmente sancionar esas inconductas. ¿Hasta qué punto pueden tener razón?
¿Somos realmente un pueblo de idiotas? Para intentar ubicarnos y autocalificarnos,
podríamos acudir a la definición y comprensión del concepto de idiotez. En
términos médicos la idiotez, el idiotismo o idocia es equivalente al retraso
mental profundo, una enfermedad mental que consiste en la ausencia casi total
de las facultades síquicas e intelectuales de una persona. Sobre el punto podríamos decir: “Este no es mi caso” Pero sigamos
indagando en el concepto. Con la ayuda
de Wikipedia, encontramos la siguiente definición: “Se aplica a las personas de
escasa inteligencia o carente de inteligencia que es torpe de entendimiento. Se
lo utiliza generalmente en sentido despectivo: Torpe, imbécil, tonto” ¿Qué tal hasta aquí? Seguro que un buen
porcentaje de la población podrá sentirse aliviado de no sentirse perteneciente
a este grupo o a esta categoría, si bien es posible que en alguna circunstancia, algunos también hayan incurrido en
situaciones parecidas a la torpeza. Pero la conceptualización del idiotismo
todavía no está agotada. En algún momento este concepto se aplicó para
calificar a personas normales pero conservadoras y egoístas que no se sentían
interesadas por la suerte de los demás. Aristóteles tenía una palabra muy
especial para referirse a este tipo de personas. Los llamaba idiotas como
contrapartida de los ciudadanos. “Es
decir se refería a las categorías del idiota y del ciudadano. Sí, del idiota,
ya que la palabra idiota deriva del griego “Idion” que para el filósofo citado,
es aquella figura opuesta a la de “Politicós” (el Ciudadano) Aristóteles nos dice que el Idion es
aquel que no se involucra con los asuntos de la Polis, aquel a quien los
asuntos de sus conciudadanos no lo afecta y vive en la indiferencia. El problema del idiota radica entonces en
su absoluta ruptura del lazo con el otro. Para él, el otro es una cosa, un
objeto que en el mejor de los casos, le es ajeno y que en el peor es capaz de destruirlo sin
por ello inmutarse en lo más mínimo. Aristóteles, hace 24 siglos ya había
comprendido el peligro que entraña la posición del idiota” (De la obra: “HACIA
LA CONSTRUCCIÓN DEL OTRO” de Thierry J. E. Iplicjian, de Amnistía Internacional. Sección Argentina)
Este concepto aristotélico de la idiotez nos compromete a todos. ¿Hasta qué
punto podemos considerarnos ciudadanos? O
seguiremos siendo los idiotas de siempre, de los que miran con indiferencia el
dolor y la lucha de tantos compatriotas, víctimas de las injusticias y de la
corrupción imperante en el país, permitiendo
que se le robe cada vez más impunemente a nuestra gente el pan, el techo, la
salud y la libertad. Por de pronto, podemos aprender de la gran lección de
ciudadanía que nos ofrecen los jóvenes de la secundaria y de la Universidad
Nacional de Asunción que no arrían sus banderas y no se apean de sus luchas y
reclamos. Tenemos razones para pensar en
positivo y sostener que el futuro de nuestro país está en manos de estos
jóvenes ciudadanos que nos ayudarán a liberarnos por fin del largo reinado de la idiotez y de la
corrupción. Que así sea.
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